...Y todo por los Guns

Escribo esto una semana después del incómodo suceso, un poco porque la frustración y la furia del momento fueron tan grandes y tan absurdas que de todas las ideas que se me vinieron a la mente no encontré la ideal para iniciar este texto y que englobara de manera general mi sentir. Cierto es que los calificativos  “pendeja”, “pose de mierda”, e incluso “fascista” me parecieron demasiado sutiles para definir a la tipa en cuestión, además que están ya tan gastados que resultan incluso ambiguos.

Y pese a todo, no, no fue ella la responsable de mi rabia; como no suele ser nunca culpa de las otras personas sino de cuan a pecho nos tomamos a veces las opiniones. Me sentí ridícula y más que fuera de lugar, pero no fue su culpa, es sólo que a últimas fechas mi humor se ha vuelto volátil y tan inestable como un cartucho de nitroglicerina, algunos dicen que es la famosa crisis de los cuarenta, o al hecho de que aún no he sido madre o quizás deba enfrentar una menopausia precoz, pero lo cierto es en estos días odio porque sí, y a quien sea.

Es mi costumbre no gastar demasiado dinero en ropa, a menos que se presente el rarísimo caso que encuentre algo de mi entero gusto: holgado, suave, que cubra (defiendo la idea de que entre menos tela tiene la ropa más costosa resulta), sin adornos y  de preferencia de color neutro… noten que mencioné color, un solo color, pues más de uno en una prenda me llega a parecer cargado… en resumen algo difícil de hallar en estos tiempos en que predominan los colores chillantes y los brillitos, por eso es que encontrar una playera negra con el logo de Metallica al frente, y milagro mayor, de corte femenino y ¡en un aparador!, me resultaba algo difícil de creer.

Detesto las tiendas de ropa de las plazas comerciales porque no se cansan de gritarte que ni perteneces al status ni a la época, pero esa playera me sedujo y acabé por entrar.

El hecho de encontrar a dos chamacos como responsables ya me daba mala espina, sin embargo el muchacho me ofreció el catálogo sin barrerme con esa miradita odiosa característica en la mayoría de los veinteañeros y que a todas letras grita “ruca”. No, me extendió el catálogo con una sonrisa casi creíble seguida de un “le mostramos la que quiera”… “le”… ok, sí, podría ser su madre, ni qué objetar.

Omitiré describir el catálogo, baste decir que dos modelos, tipo y tipa gueritos (los mismos en cada página del catálogo) portaban cada una de las prendas sonriendo falsamente para tratar de convencerte de “lo cool que tú también te verás con ellas”.

Le pedí me mostrara una playera negra que ostentaba al frente el precioso logo de Guns and Roses (mi favorito aún por encima de la estrella ninja de Metallica), con una sonrisa franca preguntó mi talla a lo que respondí casi sin pensar “para las tallas que se manejan ahora, supongo que grande”… él se sonrió, y ya no puse atención a su comentario, el color se me subió a la cara, sin poder precisar por qué, mientras su compañera (adivinaron, cuasi talla 0)  frunció la boca y el entrecejo y fingió estar muy ocupada en la computadora con el gesto de “pinche vieja mamona” bien impreso en su cara.


En efecto la prenda era preciosa, y en efecto no me hubiera quedado… a fin de cuentas tuve la razón y yo que durante un par de décadas compraba mi ropa en talla mediana, acepté sin remilgos (consciente de que los años ensanchan los cuerpos) usar talla grande, pero que la talla grande (de ahora) sea mucho más pequeña que lo que yo conocía como talla pequeña, era más que absurdo.

Ni yo misma podría definir el sentimiento de tener aquella prenda en mis manos y resignarme a no poder usarla, pero sí sé que mi furia no tuvo límite cuando le pregunté al muchacho si “de casualidad” la tenían en talla extragrande, su cándida intensión de buscarla no aminoró para nada el tono desinteresado, con el implícito “pobre pendeja” del comentario de su compañera al decir: “no manejamos extragrandes”.

…¡Por supuesto!, olvidé por un instante que la moda es lo retro, que ¡los noventa son retro!; que una playera que hace veinte años denotaba una identidad rebelde y casi religiosa, es ahora un mero ornamento cool para cuerpos irreales y cadavéricos; que el trasfondo a nadie le importa, y que está hecho para que los niños bien luzcan rudotes… pero no para ti, mujer patética que estás entrada en carnes y que el que te sepas de memoria los rolonones de la banda en cuestión no te quita lo ridícula.

El “gracias” con el tono de “vete a la chingada, hija de tu puta madre”, acompañó mi andar apresurado, mis ganas de llorar, de romper todo, de hacer estallar la plaza y a mí de paso por no terminar de entender que los noventa se fueron y que ahora soy yo la viejita cascarrabias, la vecinita mamona que aborrece a los niños, los desmadres y el escándalo; que crecí, pero mi mente se quedó en el pasado, que no voy a encontrar lo que tanto busco, porque el soundtrack de mi vida, simple e indiscutiblemente, está pasado de moda.

Comentarios

  1. Yo igual sentía lo mismo hasta que caí en la cuenta que yo, con todo y mis años y mi vejez era el que mandaba por el simple hecho de que si quiero, yo le pago sus sueldos. Con esa idea en la mente sus mamonerías me las paso por yasabesdonde.

    Y si, los noventa ya se nos fueron :(

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