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Mostrando entradas de marzo, 2014

El hombre de la bufanda blanca (o Así empezó)

El primer kinder que Laurita conoció era un salón inmenso iluminado apenas por una pequeñísima ventana, lleno de rostros abominables con los ojos fijos y la sonrisa torcida; con los pelos enmarañados y las uñas largas en espera de alcanzarla. Las paredes gordas, como reflejadas en una esfera de navidad, estaban llenas de dibujos atroces (que en nada se parecían a las hermosas muñecas que su papá le dibujaba) y al frente de todos los entes diabólicos dispuestos a devorarla, estaba ella, la maestra sin rostro que movía las manos   cual posesa y hablaba en un lenguaje inteligible. En sus primeros días de escuela, Laurita no podía permanecer dentro del salón por más de media hora. Una vez que la clase daba inicio y segura de que mamá ya se había ido, se salía a toda carrera para dormirse en las jardineras y hubo una vez en que, incluso, llegó sola a casa ante el espanto de su madre que no se explicaba cómo había podido cruzar la avenida, sin embargo, pasada la sorpresa, le