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Mostrando entradas de junio, 2014

...Pero yo quería una bandera

Escribo ahora que la adrenalina ya ha pasado, pienso, le doy vueltas al asunto, ¿qué ha ocurrido conmigo en estos días? Me desconozco y al mismo tiempo me convenzo que hace mucho que no me sentía tan yo. Me sonrojo, no puedo evitarlo, y luego hago un breve recuento de las horas que pasé frente al televisor haciendo lo que nunca pensé que haría otra vez: ver un partido de futbol, y no solamente verlo sino sentirlo, entenderlo, sufrirlo. Hoy hacen ya ocho días que mi alma se embargó de esa emoción arrolladora y franca al ver a un montón de tipos persiguiendo una pelotita y gozar como los demás cuando esa pelotita se metió no una –como es la costumbre- sino tres gloriosas veces en la portería del equipo contrario. Ese grito unánime, que hasta hace no mucho me era ajeno, me hizo vibrar de gozo, no sin cierta pena, porque lo que veía en la pantalla había dejado de ser pan con lo mismo. Esa emoción que mantuvo mis nervios a flor de piel, el aliento contenido, las ganas de llorar