No puedo dormir
La expresión de la que puedo hacer uso en estos momentos es "me difumino". Son las 3 de la mañana y desperté de pronto; yo que en estos últimos meses había entablando con mi cama una estrecha relación, pues apenas tocar la almohada y hacerla un molote del que me aferro como náufrago a un madero era presagio de una noche de sueño tranquilo y reparador; de esos de los que uno no despierta ni aunque pase un tren como dice esa expresión tan trillada.
En estos meses no he hecho otra cosa que trabajar y sólo trabajar, no es que no lo haya hecho antes, es sólo que es la primera vez que el trabajo se ha vuelto en mi vida el único objetivo, y no simplemente un medio para lograr algo.
Mi rutina es tan simple y tan monótona, que a veces confundo un suceso ocurrido dos días antes con el de unas horas; es como aquellos años de escuela en los que no había novedades y, aunque todos los días eran iguales, no me costaba trabajo levantarme y disfrutaba en extremo madrugar y llegar con el día al salón de clases.
Ahora pasa que me mudé cerca del trabajo para aprovechar rmejor el tiempo, y convivir con mis seres queridos más que con mi cama; pero ha sucedido que ese par de horas que había ganado he empezado a invertirlas nuevamente en mi trabajo, y pero aún lo disfruto; ansío con el alma leer un libro de corrido y recordar de qué trataba, dicen que algo tan placentero no puedo convertirse en penitencia, pero me he impuesto a toda costa hacerlo, aunque no tenga idea de lo que trataban las últimas líneas antes de que mis ojos se cerraran de cansancio, necesito leer porque es lo único que conservo de mí ya que ni siquiera he tenido tiempo para escribir un sólo párrafo.
Es desesperante que hoy que es mi día de descanso y que podría dormir un par de horas más me haya despertado, así, de pronto, en esa hora en que todas la historias alcanzan su clímax, y a pesar de que mi cama es confortable y deliciosa no puedo conciliar el sueño.
Debo confesar que los días me parecen abrumantemente cortos y me aterra darme cuenta que mi piel y mi cuerpo están resintiéndolo; aunque también es cierto que el dormir es el mayor placer del que puedo disfrutar ahora... no como aquellas noches de desvelo en las que me la pasaba preguntándome que ocurriría el día de mañana, o en los que temblaba y sudaba frío de sólo pensar que podría morir en cualquier momento; no, ahora sólo cierro los ojos y me dejo llevar sin siquiera preocuparme en poner la alarma, pues se que mi reloj biológico está perfectamente ajustado y me levantare a la hora exacta para iniciar labores.
Me confieso dichosa de poder darme el lujo de dormir las ocho horas que se supone es el lapso ideal para lograr el descanso y de no tener acidez desde hace meses; mi digestión es maravillosa, pues puedo comer lo que sea sin la paranoia común de subir de peso; sin habla de bonus de no tener que preocuparme por el ajuar que usare al día siguiente, pues como uniforme sé que mis jeans, playera y gorra estarán listos haya o no una plancha.
Y pese a todo de pronto me embarga de melancolía de no saber cuánto durará esto. Me siento cómoda definitivamente y no quiero otro cambio, es placentero para mí sólo permanecer, mas el peso “social” de avanzar, de progresar está metido en mi mente como un condenado grillo molesto que todo el tiempo me recuerda que las cosas no van bien.
Al hablar de mí suelo presumir que lo que hago es premeditado porque es parte de mi crecimiento como persona; que todos los días aprendo algo nuevo, que es fascinante confrontar a los demás en una posición sin ventaja, pues donde estoy las jerarquías se miden únicamente a partir de cuánto dinero tienes o quiénes son tus amigos políticos (¡iagh!)... Es doloroso darte cuenta que no se puede confiar, que cualquier comentario será malinterpretado y peor difundido, no saber si un simple saludo es sincero y darte cuenta que quienes sólo hablan para decir buenos días o hasta mañana lo hacen sin dar pie a ninguna converzación por mera autodefensa... Saber que lo que digo con tal convicción es para convencerme a mi misma de que todo tiene una razón y el que yo haya decido trabajar aquí también la tiene.
Así pues, aprovecho que me invade el sopor (han pasado ya dos horas) para concluir que en estos meses de ausencia me he difuminado, que me debato cada día en no emitir juicios, pero presencio a diarios todos los ejemplos de reglas rotas y carencia de lo valores mas mínimos, que me siento en tela de juicio constantemente y peleo con mis seres queridos porque no quiero que mi burburja de perfección se rompa, pretendo mantener mi imagen, insisto en gritarle al mundo que no soy gente de mercado, modulando la voz y reprimiendo cualquier muestra de descontrol, pero cada vez es más difícil, pues citando al Rayo McQueen, cada día, me convierto en uno de ellos...
Ya me había tardado, pero escribir es el vicio en el que pronto vuelves a caer aunque no quieras
ResponderEliminar