El adiós de una marioneta

Me rendí a tus pies, enclenque y rota, y no quisiste mirarme. Al principio pensé que era por concentración o carácter, después entendí que estabas aterrado, decidido a doblegar tu curiosidad, a extraviarte en el silencio con tal de no reflejarte en mis pupilas inertes, mas, ni aún entonces, perdiste tu hermosura.
No conocía el tono exacto de tu piel de bronce, pero sí cómo tu sudor la hace resplandecer bajo las llamaradas. La luz roja dotaba de sombras las delicadas líneas de tus brazos, de tu pecho, de tu cuello grácil, blanco palpitante de mi ansiedad. Había dejos de magia en tu quehacer y en tu mirada perdida, llenaste de vitalidad mi cuerpo desguanzado sólo con reír de la manera en que lo haces: desinteresado, frívolo, ajeno; desplegando tus membranosas alas mientras esperas la oleada de aplausos y no he terminado de entender si es para redimirnos o debido a tu arraigada costumbre de despedirte.
Después, la danza ceremoniosa de tus dedos.
Contemplaba embelesada tu andar altivo, tu atención puesta por entero en cada nota sin mirar siquiera el camino delante, lo tienes tan aprendido que sin duda avanzarías con el mismo estoicismo en la más completa penumbra.
El recinto tiembla hasta los cimientos y te agitas cuando los espectros te poseen, tu boca entreabierta deja escapar una bocanada de aliento amargo, las criaturas de la noche te acunan en sus tentáculos, las llevas en el atuendo y en el alma, las conoces, no son ellas a quien temes sino a ese monstruo de mil cabezas gesticulando muecas atroces bajo tu mandato. Disfrutas en extremo cómo tus manos lo exaltan, cómo tu melodía lo excita o lo adormece, pero retrocedes sin proponértelo cuando el estruendo de todas las voces hace retumbar el pedestal donde te guareces, donde crees que no podrá alcanzarte… no hay ocasión en que no ores porque el lindero pueda contenerlo.
Esta noche el halo que te envuelve se tornó frío y los segundos se diluyeron en los estallidos, no me alcanzó el tiempo para retenerte en mi memoria, tu imagen se desvanecía aunque mi cerebro rabioso te había mantenido cautivo desde hacía ya demasiado tiempo. Te desprendiste de mi abrazo y volviste a reconstruirte destrozando  lo poco que me quedaba de ti, más cercano ciertamente, pero verdadero, insoportablemente tangible.
Huiste tan pronto cesaron los coros, ansioso por ponerte a salvo, por alejarte de la bestia de inmedible talla que rugía a tus espaldas. Cuánto debes extrañar caminar por las calles en comunión con la soledad que adoras, bañarte de luz de luna sin volver la cabeza ante cada ruido sorpresivo, dejar que el viento morboso acaricie tu carne y revuelva tus cabellos sin que tu preciosa piel se estremezca bajo el rasgueo de gélidas uñas.
Horas después tu descanso y el rose de las malditas sábanas en tu cuerpo extenuado perfumado de sudor, de pólvora y saliva. Los besos yacen confundidos entre embases de cartón y botellas plásticas; ahogados en charcos de cerveza y orín... ya no darás cuenta de cómo reptan debajo de tu cama.
Te marchas.
El foro enmudece, las luces se apagan, me consume la certeza de que nunca más tus pasos andarán en este suelo infértil.
Me queda el recuerdo del hombre que mantuvo mi corazón atado con filosas cuerdas, me dejas ensordecida, asustada al no saber si has de volver a reanimar mis sentidos. Otra vez emprenderás el vuelo, surcarás el cielo en esta noche sin estrellas. La estela que tu brillo deja no me ha de bastar para silenciar el golpeteo en mi pecho, para contener el temblor en mis labios, para detener el arribo de día nuevo.
La claridad despliega su manto, te devora.
La lluvia no cesa.

Comentarios

  1. Dicen que explicar un chiste es quitarle su razón de ser, pero esto texto no es chiste a menos que se trate de humor negro.
    Ahora que lo vuelvo a releer, después de casi un mes de publicarlo, entiendo que sin trasfondo parece incompleto, así que sin más va un pequeño pie de página.
    *El día 1 de agosto se cumplió uno de mis más grandes anhelos, sino es que el más grande: ver de cerca al señor Kirk Hammett, lo demás ya está escrito. Mil gracias por leer.

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